martes, 28 de abril de 2015

Consigna del TP final


Por grupo, deberán preparar una presentación de clase a partir de un trabajo de análisis de diferentes experiencias a elegir entre las siguientes:

* Experiencias contrahegémonicas
* Bolivia
* Cuba
* Finlandia
* Organismos Internacionales
* PISA
* ACNUR
* Propuestas educativas de los partidos que se postulan a elecciones.

Además de la presentación de clase, deberán entregar el análisis de la experiencia en la cual sostienen la presentación.

Las fechas de las presentaciones en clase serán el 22/06 y 29/06.
Los grupos estarán conformados por no menos de 3 ni más de 5 personas...

La Cátedra

miércoles, 22 de abril de 2015


Ante la proximidad de la 1ª entrega virtual de los Tp. algunas precisiones para facilitar la evaluación y la correcta identificación del autor…

La dirección de e-mail de recepción de los mismos es marjabe88@yahoo.com.ar y la hora MÁXIMA de entrega es a las 08:00 hs. del lunes 27/04/2015…

En el e-mail puntualizar carrera, apellido y nombre, DNI y trabajo entregado.
Ejemplo:

Cs. Educación - Melone, Carlos – 38445999 – Tp Ciudades Invisibles
Prof. Psicopedagogía – Abrego, Lisandro – 10666888 – 1º Parcial
Prof. Comunicación Social – Odriozola, Julián- 22666666 – 2º Tp.

MJB

miércoles, 8 de abril de 2015

2do Trabajo Práctico


2do TP Virtual

Fecha de entrega (máxima):
Lunes 01 de junio de 2015 a las 08:00 hs. a marjabe88@yahoo.com.ar

FORMATO:
Letra Times New Román 12, Sangría 0, Espaciado 6, Interlineado sencillo o simple, Hoja A4. Cantidad de carillas máximo: 2, sin caratula, sólo los datos del alumno.

CONSIGNA
Cada uno/a debe elegir un texto que complete la Unidad I. 
Dicha elección, deberá ser justificarla en una extensión NO mayor a dos carillas.  El texto propuesto deberá sumar a la unidad I, dándonos categorías de análisis para abordar el contexto actual desde las siguientes temáticas a elección:

1 - Descolonizador / decolonial
2 - Buen Vivir (Bolivia, Ecuador, etc)
3 - Zapatismo

Datos a tener en cuenta:
Es necesario tener una lectura completa y a fondo de la Unidad 1 y el programa afín de no repetir autores y/o textos tratados en otras unidades…
Socialicen la información con los compañeros…

La cátedra



1er Trabajo práctico


1er Trabajo práctico

Fecha de entrega (máxima):
Lunes 27 de abril de 2015 a las 08:00 hs. a marjabe88@yahoo.com.ar

Durante el desarrollo del primer trabajo práctico EVALUADO, utilizaremos fragmentos seleccionados del texto “Las ciudades invisibles” de Ítalo Calvino; por lo que les adjunto los apartados que hacen referencia a las siguientes ciudades:

Anastasia
Aglaura
Leonia
Despina
Fedora
Tamara
Tecla

Datos a tener en cuenta:
Generalmente, el nombre de cada ciudad está en el primer parágrafo y/o en los primeros cuatro o cinco renglones de cada apartado…
Por ejemplo, la ciudad “Anastasia” se encuentra debajo del acápite “Las ciudades y el deseo. 2”, dentro del texto que les proveemos  para trabajar.
Es necesario tener una lectura completa y a fondo de la Unidad 1
Socialicen la información con los compañeros…

La cátedra

CONSIGNA
Deben elegir libremente una ciudad de la lista que selecciono la cátedra y relacionarla con uno o varios autores de la unidad 1...
Estas relaciones tienen que ser lo más claras posibles, sin forzar nada...
La segunda parte de la consigna, es una redacción coherente, cuidando el discurso y el tratamiento de los conceptos...

FORMATO:
Letra Times New Román 12, Sangría 0, Espaciado 6, Interlineado sencillo o simple, Hoja A4. Cantidad de carillas máximo: 2, sin caratula, sólo los datos del alumno.

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LAS CIUDADES Y EL DESEO. 2
Al cabo de tres jornadas, andando hacia el mediodía, el hombre se encuentra en Anastasia, ciudad bañada por canales concéntricos, y sobrevolada por cometas.
Debería ahora enumerar las mercancías que se compran a buen precio: ágata, ónix crisopacio y otras variedades de calcedonia; alabar la carne del faisán dorado que se cocina sobre la llama de leña de cerezo estacionada y se espolvorea con mucho orégano; hablar de las mujeres que he visto bañarse en el estanque de un jardín y que a veces -así cuentan- invitan al viajero a desvestirse con ellas y a perseguirlas en el agua.  Pero con estas noticias no te diré la verdadera esencia de la ciudad: porque mientras la descripción de Anastasia no hace sino despertar los deseos uno por uno, para obligarte a ahogarlos, a quien se encuentra una mañana en medio de Anastasia los deseos se le despiertan todos juntos y lo circundan.  La ciudad se te aparece como un todo en el que ningún deseo se pierde y del que tú formas parte, y como ella goza de todo lo que tú no gozas, no te queda sino habitar ese deseo y contentarte.  Tal poder, que a veces dicen maligno, a veces benigno, tiene Anastasia, ciudad engañadora: si durante ocho horas al día trabajas como tallador de ágatas ónices crisopacios, tu afán que da forma al deseo toma del deseo su forma, y crees que gozas por toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo.

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 1
Poco sabría decirte de Aglaura fuera de las cosas que los habitantes mismos de la ciudad repiten desde siempre: una serie de virtudes proverbiales, otros tantos proverbiales defectos, alguna rareza, algún puntilloso homenaje a las reglas.
Antiguos observadores, que no hay razón para no suponer veraces, atribuyeron a Aglaura su durable surtido de cualidades, confrontándolas con aquellas de otras ciudades de sus tiempos. Ni la Aglaura que se dice ni la Aglaura que se ve ha cambiado quizá mucho desde entonces, pero lo que era excéntrico se ha vuelto usual, extrañeza lo que pasaba por norma, y las virtudes y los defectos han perdido excelencia o desdoro en un concierto de virtudes y defectos diversamente distribuidos. En este sentido no hay nada de cierto en cuanto se dice de Aglaura, y, sin embargo, de ello surge una imagen sólida y compacta de ciudad, mientras alcanzan menor consistencia los juicios dispersos que se pueden enunciar viviendo en ella. El resultado es éste: la ciudad que dicen tiene mucho de lo que se necesita para existir, mientras la ciudad que existe en su lugar existe menos.
Por eso, si quisiera describirte Aglaura ateniéndome a cuanto he visto y probado personalmente, debería decirte que es una ciudad desteñida, sin carácter, puesta allí a la buena de Dios. Pero tampoco esto sería verdadero: a ciertas horas, en ciertos escorzos de camino, ves abrírsete la sospecha de algo inconfundible, raro, acaso magnifico; quisieras decir qué es, pero todo lo que se ha dicho de Aglaura hasta ahora aprisiona las palabras y te obliga a repetir antes que a decir.
Por eso los habitantes creen vivir siempre en la Aglaura que crece sólo con el nombre de Aglaura y no se dan cuenta de la Aglaura que crece en tierra. Y aun yo, que quisiera tener separadas en la memoria las dos ciudades, no puedo sino hablarte de una, porque el recuerdo de la otra, por falta de palabras para fijarlo, se ha dispersado.
—De ahora en adelante seré yo quien describa las ciudades —había dicho el Kan—.
Tú en tus viajes verificarás si existen.
Pero las ciudades visitadas por Marco Polo eran siempre distintas de las pensadas por el emperador.
—Y sin embargo, he construido en mi mente un modelo de ciudad, de la cual se pueden deducir todas las ciudades posibles —dijo Kublai—. Aquel encierra todo lo que responde a la norma. Como las ciudades que existen se alejan en diverso grado de la norma, me basta prever las excepciones a la norma y calcular sus combinaciones más probables.
—También yo he pensado en un modelo de ciudad de la cual deduzco todas las otras— respondió Marco—. Es una ciudad hecha sólo de excepciones, impedimentos, contradicciones, incongruencias, contrasentidos. Si una ciudad así es cuánto hay de más improbable, disminuyendo el número de los elementos fuera de la norma aumentan las posibilidades de que la ciudad verdaderamente sea.
Por lo tanto basta que yo sustraiga excepciones a mi modelo, y en cualquier orden que proceda llegare a encontrarme delante de una de las ciudades que, si bien siempre a modo de excepción, existen.  Pero no puedo llevar mi operación más allá de cierto límite: obtendría ciudades demasiado verosímiles para ser verdaderas.

LAS CIUDADES CONTINUAS. 1
La ciudad de Leonia se rehace a si misma todos los días: cada mañana la población se despierta entre sábanas frescas, se lava con jabones apenas salidos de su envoltorio, se pone batas flamantes, extrae del refrigerador más perfeccionado latas aún sin abrir, escuchando las últimas retahílas del último modelo de radio.
En los umbrales, envueltos en tersas bolsas de plástico, los restos de la Leonia de ayer esperan el carro del basurero. No solo tubos de dentífrico aplastados, bombillas quemadas, periódicos, envases, materiales de embalaje, sino también calentadores, enciclopedias, pianos, juegos de porcelana: más que por las cosas que cada día se fabrican, venden, compran, la opulencia de Leonia se mide por las cosas que cada día se tiran para ceder lugar a las nuevas.  Tanto que uno se pregunta si la verdadera pasión de Leonia es en realidad, como dicen, gozar de las cosas nuevas y diferentes, y no más bien el expeler, alejar de sí, purgarse de una recurrente impureza.  Cierto es que los basureros son acogidos como ángeles, y su tarea de remover los restos de la existencia de ayer se rodea de un respeto silencioso, como un rito que inspira devoción, o tal vez sólo porque una vez desechadas las cosas nadie quiere tener que pensar más en ellas.  Dónde llevan cada día su carga los basureros nadie se lo pregunta: fuera de la ciudad, claro; pero de año en año la ciudad se expande, y los basurales deben retroceder mis lejos; la importancia de los desperdicios aumenta y las pilas se levantan, se estratifican, se despliegan en un perímetro cada vez más vasto.  Añádase que cuanto más sobresale Leonia en la fabricación de nuevos materiales, más mejora la sustancia de los detritos, más resisten al tiempo, a la intemperie, a fermentaciones y combustiones.  Es una fortaleza de desperdicios indestructibles la que circunda Leonia, la domina por todos lados como un reborde montañoso.
El resultado es éste: que cuantas más cosas expele Leonia, más acumula; las escamas de su pasado se sueldan en una coraza que no se puede quitar; renovándose cada día la ciudad se conserva toda a sí misma en la única forma definitiva: la de los desperdicios de ayer que se amontonan sobre los desperdicios de anteayer y de todos sus días y años y lustros.
La basura de Leonia poco a poco invadiría el mundo si en el desmesurado basurero no estuvieran presionando, más allá de la última cresta, basurales de otras ciudades que también rechazan lejos de sí montañas de desechos. Tal vez el mundo entero, traspasados los confines de Leonia, está cubierto de cráteres de basuras, cada uno, en el centro, con una metrópoli en erupción ininterrumpida. Los límites entre las ciudades extranjeras y enemigas son bastiones infectos donde los detritos de una y otra se apuntalan recíprocamente, se superan, se mezclan.
Cuanto más crece la altura, más inminente es el peligro de derrumbes: basta que un envase, un viejo neumático, una botella sin su funda de paja ruede del lado de Leonia, y un alud de zapatos desparejados, calendarios de años anteriores, flores secas, sumerja la ciudad en el propio pasado que en vano trataba de rechazar, mezclado con aquel de las ciudades limítrofes finalmente limpias: un cataclismo nivelará la sórdida cadena montañosa, borrará toda traza de la metrópoli siempre vestida con ropa nueva. Ya en las ciudades vecinas están listos los rodillos compresores para nivelar el suelo, extenderse en el nuevo territorio, agrandarse, alejar los nuevos basurales.
Polo: —...Tal vez este jardín sólo asoma sus terrazas sobre el lago de nuestra mente...
Kublai: —...y por lejos que nos lleven nuestras atormentadas empresas de condotieros y de mercaderes, ambos custodiamos dentro de nosotros esta sombra silenciosa, esta conversación pausada, esta noche siempre igual.
Polo: —A menos que sea cierta la hipótesis opuesta: que quienes se afanan en los campamentos y en los puertos existan sólo porque los pensamos nosotros dos, encerrados entre estos setos de bambú, inmóviles desde siempre.
Kublai: —Que no existan la fatiga, los alaridos, las heridas, el hedor, sino solo esta planta de azalea.
Polo: —Que los cargadores, los picapedreros, los barrenderos, las cocineras que limpian las entrañas de los pollos, las lavanderas inclinadas sobre la piedra, las madres de familia que revuelven el arroz mientras amamantan a los recién nacidos, existan sólo porque nosotros los pensamos.
Kublai: —A decir verdad, yo no los pienso nunca.
Polo: —Entonces no existen.
Kublai: —No creo que esa conjetura nos convenga. Sin ellos nunca podríamos estar meciéndonos arrebujados en nuestras hamacas.
Polo: —Hay que excluir la hipótesis, entonces. Por lo tanto será cierta la otra: que existan ellos y no nosotros.
Kublai: —Hemos demostrado que si existiéramos, no estaríamos aquí.
Polo: —Pero en realidad estamos.

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 3
De dos maneras se llega a Despina: en barco o en camello. La ciudad se presenta diferente al que viene de tierra y al que viene del mar.
El camellero que ve despuntar en el horizonte del altiplano los pináculos de los rascacielos, las antenas radar, agitarse las mangas de ventilación blancas y rojas, echar humo las chimeneas, piensa en un barco, sabe que es una ciudad pero la piensa como una nave que lo sacará del desierto, un velero a punto de partir, con el viento que ya hincha las velas todavía sin desatar, o un vapor con su caldera vibrando en la carena de hierro, y piensa en todos los puertos, en las mercancías de ultramar que las grúas descargan en los muelles, en las hosterías donde tripulaciones de distinta bandera se rompen la cabeza a botellazos, en las ventanas iluminadas de la planta baja, cada una con una mujer que se peina.
En la neblina de la costa el marinero distingue la forma de una giba de camello, de una silla de montar bordada de flecos brillantes entre dos gibas manchadas que avanzan contoneándose, sabe que es una ciudad pero la piensa como un camello de cuyas albardas cuelgan odres y alforjas de frutas confitadas, vino de dátiles, hojas de tabaco, y ya se ve a la cabeza de una larga caravana que lo lleva del desierto del mar hacia el oasis de agua dulce a la sombra dentada de las palmeras, hacia palacios de espesos muros encalados, de patios embaldosados sobre los cuales bailan descalzas las danzarinas, y mueven los brazos un poco dentro del velo, un poco fuera.
Cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone; y así ven el camellero y el marinero a Despina, ciudad de confín entre dos desiertos.

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 4
En el centro de Fedora, metrópoli de piedra gris, hay un palacio de metal con una esfera de vidrio en cada aposento. Mirando dentro de cada esfera se ve una ciudad azul que es el modelo de otra Fedora. Son las formas que la ciudad habría podido adoptar si, por una u otra razón, no hubiese llegado a ser como hoy la vemos.  En todas las épocas hubo alguien que, mirando a Fedora tal como era, había imaginado el modo de convertirla en la ciudad ideal, pero mientras construía su modelo en miniatura, Fedora dejaba de ser la misma de antes, y aquello que hasta ayer había sido uno de sus posibles futuros ahora era solo un juguete en una esfera de vidrio.
Fedora tiene hoy en el palacio de las esferas su museo: cada habitante lo visita, elige la ciudad que corresponde a sus deseos, la contempla imaginando que se refleja en el estanque de las medusas donde se recogía el agua del canal (si no hubiese sido desecado), que recorre desde lo alto del baldaquín la avenida reservada a los elefantes (ahora expulsados de la ciudad), que resbala a lo largo de la espiral del minarete de caracol (perdida ya la base sobre la cual debía levantarse).
En el mapa de tu imperio, oh gran Kan, deben ubicarse tanto la gran Fedora de piedra como las pequeñas Fedoras de las esferas de vidrio. No porque todas sean igualmente reales, sino porque todas son sólo supuestas. Una encierra aquello que se acepta como necesario mientras todavía no lo es; las otras, aquello que se imagina como posible y un minuto después deja de serlo.

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 1
El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras.  Raramente el ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno.  Todo el resto es mudo es intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son.
Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara.  Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes.  El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista.  Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo —quién sabe qué— tiene por signo un león o delfín o torre o estrella.  Otras señales advierten sobre aquello que en un lugar está prohibido: entrar en el callejón con las carretillas, orinar detrás del quiosco, pescar con caña desde el puente, y lo que es lícito: dar de beber a las cebras, jugar a las bochas, quemar los cadáveres de los parientes.  Desde la puerta de los templos se ven las estatuas de los dioses, representados cada uno con sus atributos: la cornucopia, la clepsidra, la medusa, por los cuales el fiel puede reconocerlos y dirigirles las plegarias justas.  Si un edificio no tiene ninguna enseña o figura, su forma misma y el lugar que ocupa en el orden de la ciudad basta para indicar su función: el palacio real, la prisión, la casa de moneda, la escuela pitagórica, el burdel.  Hasta las mercancías que los comerciantes exhiben en los mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas: la banda bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado poder, los volúmenes de Averroes sapiencia, la ajorca para el tobillo voluptuosidad.  La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes.
Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido.  Afuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre ya esta entregado a reconocer figuras: un velero, una mano, un elefante...

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 3
El que llega a Tecla poco ve de la ciudad, detrás de las cercas de tablas, los abrigos de arpillera, los andamios, las armazones metálicas, los puentes de madera colgados de cables o sostenidos por caballetes, las escalas de cuerda, los esqueletos de alambre.  A la pregunta: —¿por qué la construcción de Tecla se hace tan larga?— los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar plomadas, de mover de arriba abajo largos pinceles: —Para que no empiece la destrucción —responden.  E interrogados sobre si temen que apenas quitados los andamios la ciudad empiece a resquebrajarse y hacerse pedazos, añaden con prisa, en voz baja: —No sólo la ciudad.
Si, insatisfecho con la respuesta, alguno apoya el ojo en la rendija de una empalizada, ve grúas que suben otras grúas, armazones que cubren otras armazones, vigas que apuntalan otras vigas.
—¿Qué sentido tiene este construir?—pregunta—. ¿Cuál es el fin de una ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que siguen, el proyecto?
—Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos interrumpir —responden.
El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre la obra en construcción.  Es una noche estrellada.
—Éste es el proyecto— dicen.



sábado, 4 de abril de 2015

Carlos Fuentealba




Carlos Fuentealba

Presente, ahora y siempre...




Para Carlos y su lucha, nuestro recuerdo y nuestro respeto…


La Memoria es un viento que siempre hay que respirar.  Pero hay algunos (¿muchos?) que buscan detener los vientos.  Soplemos entonces, hamaquemos nuestros brazos para que el viento siga.
Hace 7 años, en un puente muy lejano en la estepa neuquina empecinada en encerrar un valle verde, la vida y la memoria se volvieron a llenar de sangre. Carlos Fuentealba, docente, era asesinado por reclamar que la vida fuera mejor, que lo justo se acercara a los pies de los que laburan.
Era asesinado porque estaba armado de sueños, estaba armado de ganas, estaba armado de determinación por un mundo mejor.
Las armas de Carlos Fuentealba eran muy peligrosas y los centuriones del poder lo ejecutaron con las otras armas, cargadas de metal, brutalidad e ignorancia.
Carlos Fuentealba es Julio Lopez, es Luciano Arruga, es la ausencia de Marita Veron, es Isauro Arancibia, es Maximiliano Kosteki, es Darío Santillán, es todos, es muchos, es algunos.
Es la enésima sangre que la bestialidad del sistema derrama...
Leí alguna vez una bellísima frase: "Los docentes son los tejedores de la civilización".
No importa si es cierto.
Un 4 de Abril el tejido volvió romperse.
Tenemos mucho trabajo entonces. Hay que zurcir, reparar, crear.
Al día siguiente de ese 4 de abril hubo pibes que esperaron a su profe y este nunca entró al aula.
Hubo un pizarrón vacío.
Un silencio devastador.
La última lección del profe Fuentealba.
Tenemos que levantar esos libros caídos, tenemos que limpiar ese desorden que deja la muerte, secarnos las lágrimas y seguir escribiendo para que los pibes sepan que la muerte mata pero la memoria vence.
Los miserables deben saber que seguimos enseñando.

Carlos Melone